Comentario
París había resistido también artísticamente en un puñado de lugares que colaboraban directamente con la Resistencia o desafiaban sin más -lo que no era poco- las directrices artísticas oficiales. El Museo del Hombre, las galerías L'Esquisse; René Drouin, que lanzó a Jean Dubuffet; Bucher, que expuso a Miró, Kandinsky, Max Ernst y Nicolas de Stáel y la galería Braun, que presentó Veinte jóvenes de tradición francesa.Una vez acabada la guerra hay por todas partes un deseo de recuperar la historia y el arte también. En las ciudades más importantes se celebran exposiciones que muestran a los grandes maestros: El MOMA de Nueva York y la Kunsthaus de Zurich exponen a Rouault; el Salón de Otoño de París a Matisse, y el Victoria & AIbert de Londres a Matisse y Picasso. Sin embargo, el proceso es más lento en los países más tocados, como Alemania, Italia o España (aunque en nuestro caso por razones diferentes). Los alemanes occidentales tienen que esperar hasta 1955 con la primera Documenta de Kassel, para que se produzca el reenganche con la vanguardia histórica. En España hay intentos tímidos a finales de los años cuarenta, pero también aquí es necesario esperar hasta 1957, con la irrupción del grupo El Paso (Saura, Millares, Rivera...) en el panorama artístico para que llegue lo que se ha llamado la normalización.Ya durante la guerra, pero con más fuerza inmediatamente después, una nueva generación aparece en la escena artística y toma el relevo de la vieja que, rápidamente y con escasísimas excepciones (Picasso, Miró), quedará oscurecida por ella. En Estados Unidos Jackson Pollock expone por primera vez en 1943 en la galería Art of This Century de Peggy Guggenheim; Motherwell y Tobey lo hacen al año siguiente.Picasso, elevado a los altares después de la guerra y venerado como un dios, inicia sus variaciones sobre obras de artistas del pasado: Goya y las Matanzas de Corea, Velázquez y las Meninas, Delacroix y las Mujeres de Argel, etc. Y lo hace en series, un procedimiento que se convertirá casi en una norma para los artistas a partir de entonces. Una de las más interesantes es la de El pintor y la modelo, grabada a finales de los años sesenta, en la que el malagueño, que había tenido la fuerza del minotauro, se retrata ya viejo como voyeur.